martes, 31 de enero de 2012

La desindustrialización de Thatcher y el giro del Labour

Siguiendo la línea de nuestra entrada sobre el Partido Laborista, hoy hablaremos de por qué éste se desvinculó de los sindicatos en la década de los noventa. Dos son las razones que lo llevaron a romper con esa íntima relación: En primer lugar, como ya os comentamos, existía la voluntad por parte del partido de unir todas las fuerzas de izquierda y ocupar el espacio del centro entre thories y whigs. Pero la razón más importante fue, en realidad, la pérdida de poder de los sindicatos a causa de la desindustrialización de Reino Unido promovida por Margaret Thatcher.

Margareth Thatcher fue la Primera Ministra del Reino Unido desde 1979 hasta 1990 (cuando perdió contra el laborista Tony Blair). Esta importante figura política dio lugar a lo que se llamará más adelante thatcherismo, es decir, una visión política basada en un liberalismo económico, un conservadurismo moral, una autoridad firme, el patriotismo y el atlantismo (como política exterior) (VIDAL, Cesar: 2007).

Las políticas iniciadas por la Primera Ministra en los años ochenta y principios de los noventa estaban enfocadas, precisamente, a reducir su influencia en todos los sectores de la economía y tuvieron como resultado la convocatoria de numerosas huelgas y disturbios. En respuesta, Thatcher siguió con políticas no intervencionistas aún más agresivas como la privatización del monopolio estatal de los astilleros británicos y se negó a mantener negociaciones con ellos.  Con esta línea, Thatcher aprovechó para restaurar la ley y el orden en el Reino Unido y aprobó una serie de medidas que permitieron a los cuerpos de seguridad del estado ejercer su poder más fácilmente. Gamble afirma que la labor de la policía adquirió un tono más represivo conforme se ponía el estigma de “los enemigo de dentro” a aquellos que se oponían al gobierno thatcherista (FERNÁNDEZ, José Francisco, 1999). Así pues se acusó en numerosas ocasiones a la líder conservadora de tener tintes autoritarios.

¿Cómo consiguió Thatcher llevar a cabo esas políticas y mantenerse en el poder dado el malestar social generado? La respuesta está en las Malvinas.

Antes de nada, hagamos memoria sobre sus ideas en la política exterior. Ésta estaba conformada sobre dos ejes principales: la expansión del liberalismo económico y el patriotismo británico.  Debido al primero de ellos, Thatcher confabuló durante ese periodo con Estados Unidos y Canadá. Tanto Reagan, Presidente de los Estados Unidos y su más fiel aliado, por aquel entonces, como Mulroney, Presidente de Canadá, eran de la misma cuerda ideológica que la Primera Ministra. Así pues, su estrategia y objetivo principal consistía en expandir el liberalismo al resto de países y así hacerse con la hegemonía económica mundial. Además, Margareth Thatcher siempre tuvo una visión muy crítica sobre la Unión Europea ya que, en su opinión, querían imponer a los británicos un “super estado europeo” que dominaría desde Bruselas y haría peligrar su soberanía. El segundo eje en el que basaba su política exterior, la exaltación de la patria, fue, como hemos comentado antes, uno de los puntos clave para el éxito y el mantenimiento del gobierno de Thatcher. Esto fue así ya que al encontrarse en una época de crisis económica y ante la implantación de unas severas medidas liberales su popularidad cayó en picado y no dudó en hacer uso de un discurso nostálgico para que población inglesa se viera reflejada y recordara el gran imperio que fueron y que podían ser. Este discurso le fue útil, durante  el percance de la Guerra de las Malvinas que nos atañe a continuación.

En 1982, cuando el gobierno de Thatcher ostentaba un nivel de impopularidad prácticamente insostenible, Argentina decidió invadir las islas reclamando su soberanía. En respuesta, la Primera Ministra envió una flota para contraatacar y expulsar a los argentinos. En cuestión de poco más de tres meses (de abril a junio), las fuerzas británicas ya habían reconquistado el archipiélago y se habían cesado las hostilidades, aunque Argentina no llegó a renunciar a la su supuesto derecho de soberanía. Fue gracias a esta guerra que el gobierno Thatcher pasó de ser odiado a amado en un alarde de patriotismo que le dio el tiempo necesario para seguir con sus políticas conservadoras.

Así pues, hay que considerar la posibilidad de que el Partido Laborista diera tal giro ideológico no como el resultado de la evolución de sus ideas derivado de su naturaleza negociadora y pragmática, sino más bien como un giro forzoso ante la perspectiva de una importante pérdida de poder estratégico si se continuaba vinculando a unos actores sociales que estaban de capa caída como eran los sindicatos.

Este episodio de la historia de Reino Unido vuelve a estar de actualidad con el estreno de la película La dama de hierro, protagonizada por Maryl Streep interpretando a una Primera Ministra ya viuda que rememora su pasado desde los inicios de su carrera política. De más está decir que la versión hollywoodiense de la historia deja de lado toda posible controversia política y se adentra en el retrato de “la mujer en un mundo de hombres”, más allá de “la política”.

Además, recientemente las relaciones entre Argentina y Reino Unido se han caldeado ante la insistencia de Argentina de seguir reclamando, treinta años después, la soberanía de las islas hasta el punto de intensificar sus reclamaciones en foros internacionales y bloquear la entrada de barcos con la bandera de las islas en todos los puertos de los países del Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay).  




Fuentes:

FERNÁNDEZ, José Francisco. El Thatcherismo. Historia y análisis de una época. Universidad de Almería. Almería, 1999.

CRESPO, Alfredo. Margaret Thatcher: un liderazgo para recordar. Grupo de Estudios Estratégicos GEES. Análisis nº 7370. 2009.

domingo, 29 de enero de 2012

Labour Party: el reflejo de una sociedad

En el año 1864 se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores para materializar la comunión de intereses de los obreros socialistas (y anarquistas) de diferentes países europeos. Todos los participantes compartían una desconfianza entorno al capitalismo emergente y reivindicaban derechos para el proletariado en este nuevo modelo de sociedad. Sin embargo, aunque la lucha obrera tuvo sus orígenes en la Gran Bretaña industrial, los sindicalistas británicos quisieron participar en ella a su manera. Así pues, no es de extrañar que de todos los partidos socialistas en Europa se observe uno con unas características peculiares: el Partido Laborista (Labour Party).

A diferencia del resto de partidos obreros europeos, el Partido Laborista (PL) se definió como socialista renunciando al socialismo marxista, contrariamente al resto de partidos. Además, otro rasgo diferenciador de este partido es que no surge en clandestinidad sino que su contexto democrático le permite nacer de manera legal. Como el Partido Laborista no fue reprimido ni perseguido como pasaba en otros países europeos, sino que desde sus inicios debió lidiar con otros grupos ideológicos, han hecho que el PL posea un fuerte carácter negociador y pragmático.

Esta línea sindicalista del Labour Party se debe a la importancia de las Trade Unions (asociaciones de trabajadores asalariados)  en su composición y, por lo tanto, a su cercanía con los sindicatos, sobre todo con los mineros e industriales. Tan fuertes eran los lazos con las organizaciones sindicales que durante mucho tiempo existió la doble militancia entre éstos y el partido político.

Durante el siglo XX el Partido Laborista padeció una evolución ideológica importante y se alejó de las posiciones socialistas extremas, estableciéndose más en el centro del plano ideológico para poder agrupar a las diferentes fuerzas de izquierda. Su culminación ideológica tuvo lugar en los años 90, cuando se encontraba en su punto más crítico, pues la desindustrialización del Reino Unido debilitó al poder sindical, es decir, a su mayor pilar. Ante esta situación, en 1994 se decidió optar por la “3ª Vía” de Giddens, o sea, se renunció a la idea de la nacionalización de los medios de producción y, por consiguiente, se rompió con los sindicatos.

Este último punto de adoptar la Tercera Vía ha sido foco de diversos debates ya que se ha alejado tanto del “socialismo clásico” que muchos se preguntan si realmente puede seguir catalogándose como tal. Está claro que todas las ideologías evolucionan y deben adaptarse al contexto de su tiempo pero ¿este paso ha sido parte de una evolución o ha dado pie a una nueva ideología? Muchos han sido lo que han dado la espalda a esta nueva idea al considerar que es fruto de los intereses electorales del partido laborista británico y no de la necesaria evolución del socialismo. También, la adopción de esta nueva corriente,  ha suscitado otros debates más profundos. Un ejemplo de ello, sería la discusión sobre la fragmentación de la izquierda en muchos países y si sería mejor aglutinar a todos los partidos de izquierdas en un mismo partido que tuviera más competitividad electoral o si establecer unos “mínimos ideológicos” al agruparse todos ellos, estarían renunciando a sus valores ideológicos más profundos.

Lo que está claro es que esta táctica de aglutinamiento, al Partido Laborista le ha funcionado; sin embargo, deberíamos reflexionar y valorar si realmente sigue siendo socialista.




viernes, 27 de enero de 2012

¿Cuantos más mejor?

Conocer la fórmula mágica para un crecimiento económico sostenible es una tarea que ha ocupado a muchos académicos, y el debate sobre la recuperación económica y la creación de empleo está muy presente en los medios y en la calle.

No nos ocuparemos aquí de proponer cambios para conseguir tasas de crecimiento positivas, hablaremos brevemente de cuáles fueron los factores que pudieron hacer que se diera el pistoletazo de salida a la Revolución Industrial, sin la cual no podríamos estar hablando de un crecimiento del -1,7% del PIB (como el que el FMI ha pronosticado para España este año) como algo dramático, o incluso de una desaceleración en el crecimiento como algo muy preocupante. Y es que ciertamente, si bien la Revolución Industrial no llevó consigo enormes tasas de crecimiento sino más bien moderadas desde la visión actual, y fuera un fenómeno localizado geográficamente y no tan rápido como se suele creer, podemos afirmar que conociendo los elementos que ayudan a explicar éste fenómeno crucial, conoceremos un poco más algunos de los factores que pueden incidir en la prosperidad económica y el crecimiento y como estos factores juegan entre sí.

Se ha apuntado a una diversidad de factores para explicar la Revolución Industrial. Robert Allen señala al carbón barato y los salarios altos en Inglaterra como los principales factores a tener en cuenta para entender porque fue allí donde se inició. Respecto al carbón barato eso redundó en menores costes de producción puesto que el carbón era la principal energía, y en relación a los salarios bajos, habrían incentivado a los empresarios a invertir en tecnología en lugar de contratar empleados.

Por otro lado K. Pomeranz, nos habla de las colonias como un factor decisivo para “romper” el techo ecológico  al permitir la entrada de materias primas, que junto a las reservas de carbón disponibles lanzaron a parte de Europa y especialmente Inglaterra a una Revolución Industrial, que si bien no implicó un crecimiento exagerado sí comporto un crecimiento sostenido en el tiempo.  

Esta ruptura del techo ecológico y este crecimiento sostenido en el tiempo debido a un incremento de la productividad provocado por el descubrimiento e inversión en nuevas tecnologías contradicen la idea malthusiana de que la población estaba destinada a la extinción y a la pobreza. Malthus consideraba que la población crecía de forma exponencial, lo cual es cierto (aunque eso no quiere decir que crezca necesariamente), pero por otro lado, decía que los recursos, concretamente alimentarios lo hacían de forma lineal, y que los rendimientos marginales del trabajo eran siempre decrecientes. Las mejoras tecnológicas y los enormes terrenos cultivables del continente americano contradijeron el determinismo malthusiano.

Pese a todo lo expuesto, todavía podríamos preguntarnos, ¿Por qué Inglaterra y no China, India o Japón? Esa es la pregunta que se hizo Clark, el cual afirma que la diferencia de Inglaterra pre-industrial respecto de China Japón e India en el mismo periodo era más bien pequeña en términos de tierra, trabajo y mercados de capital. Habría sido para él la diferencia en las tasas de crecimiento de la población (mayores en los países asiáticos) y la mayor ventaja reproductiva de los ricos en Inglaterra lo que habría provocado una ventaja cultural i una difusión de los valores vinculados a la idea del éxito económico como algo deseable.



Rescatando lo ya dicho sobre Malthus y el crecimiento exponencial de la población cabe recordar la importancia que tiene sobre el ratio recursos población, o en otras palabras, a cuanto toca por cabeza y cuanto crecimiento económico es necesario para mantener este ratio dado un crecimiento poblacional determinado. Recordemos la fábula del rey Shirham, que aburrido como estaba, convocó un concurso en el que la gente debería presentar un juego para matar su aburrimiento. Un matemático inventó para él el juego del ajedrez con lo que se ganó el favor del rey y éste le dijo que pidiera lo que quisiera para devolverle el favor. El matemático le dijo que quería que le diera tanto trigo como resultara de poner un grano en la primera casilla del tablero, dos en la segunda, cuatro en la tercera y así multiplicando por dos el número de granos de cada casilla nueva. El rey se rió y aceptó, pero cuando empezaron a hacer cuentas la cantidad de granos de trigo resultante era mayor a la producción de su reino, puesto que el número de granos era 2 elevado a 63, o unos 9 trillones de granos de trigo, lo que borró la sonrisa de la cara del rey.

Esta conocida fábula lo que nos hace preguntarnos es, ¿Por cuánto tiempo es sostenible una tasa de crecimiento como la actual? Dependerá en principio del crecimiento económico, es decir los hallazgos técnicos que nos alejen de los rendimientos marginales decrecientes del trabajo, permitiendo un crecimiento exponencial de la producción. Es decir, el crecimiento poblacional, para ser sostenible debería ir a la par con el crecimiento económico, aunque la cosa se complica cuando se trata de pronosticar la posibilidad del descubrimiento de nuevas fuentes de energía mucho más baratas, o los simples hallazgos de nuevas reservas de combustibles fósiles.