En el año 1864 se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores para materializar la comunión de intereses de los obreros socialistas (y anarquistas) de diferentes países europeos. Todos los participantes compartían una desconfianza entorno al capitalismo emergente y reivindicaban derechos para el proletariado en este nuevo modelo de sociedad. Sin embargo, aunque la lucha obrera tuvo sus orígenes en la Gran Bretaña industrial, los sindicalistas británicos quisieron participar en ella a su manera. Así pues, no es de extrañar que de todos los partidos socialistas en Europa se observe uno con unas características peculiares: el Partido Laborista (Labour Party).
A diferencia del resto de partidos obreros europeos, el Partido Laborista (PL) se definió como socialista renunciando al socialismo marxista, contrariamente al resto de partidos. Además, otro rasgo diferenciador de este partido es que no surge en clandestinidad sino que su contexto democrático le permite nacer de manera legal. Como el Partido Laborista no fue reprimido ni perseguido como pasaba en otros países europeos, sino que desde sus inicios debió lidiar con otros grupos ideológicos, han hecho que el PL posea un fuerte carácter negociador y pragmático.
Esta línea sindicalista del Labour Party se debe a la importancia de las Trade Unions (asociaciones de trabajadores asalariados) en su composición y, por lo tanto, a su cercanía con los sindicatos, sobre todo con los mineros e industriales. Tan fuertes eran los lazos con las organizaciones sindicales que durante mucho tiempo existió la doble militancia entre éstos y el partido político.
Durante el siglo XX el Partido Laborista padeció una evolución ideológica importante y se alejó de las posiciones socialistas extremas, estableciéndose más en el centro del plano ideológico para poder agrupar a las diferentes fuerzas de izquierda. Su culminación ideológica tuvo lugar en los años 90, cuando se encontraba en su punto más crítico, pues la desindustrialización del Reino Unido debilitó al poder sindical, es decir, a su mayor pilar. Ante esta situación, en 1994 se decidió optar por la “3ª Vía” de Giddens, o sea, se renunció a la idea de la nacionalización de los medios de producción y, por consiguiente, se rompió con los sindicatos.
Este último punto de adoptar la Tercera Vía ha sido foco de diversos debates ya que se ha alejado tanto del “socialismo clásico” que muchos se preguntan si realmente puede seguir catalogándose como tal. Está claro que todas las ideologías evolucionan y deben adaptarse al contexto de su tiempo pero ¿este paso ha sido parte de una evolución o ha dado pie a una nueva ideología? Muchos han sido lo que han dado la espalda a esta nueva idea al considerar que es fruto de los intereses electorales del partido laborista británico y no de la necesaria evolución del socialismo. También, la adopción de esta nueva corriente, ha suscitado otros debates más profundos. Un ejemplo de ello, sería la discusión sobre la fragmentación de la izquierda en muchos países y si sería mejor aglutinar a todos los partidos de izquierdas en un mismo partido que tuviera más competitividad electoral o si establecer unos “mínimos ideológicos” al agruparse todos ellos, estarían renunciando a sus valores ideológicos más profundos.
Lo que está claro es que esta táctica de aglutinamiento, al Partido Laborista le ha funcionado; sin embargo, deberíamos reflexionar y valorar si realmente sigue siendo socialista.
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